El humor cervantino es una de sus mayores aportaciones a la literatura universal, más allá de ser el autor de la primera novela moderna, que no es poco. Toda la larga tradición de la risa basada en la sátira y el escarnio, con frecuencia sobre los más débiles, quedó superada con la incorporación de la ironía compasiva.
Supuso una revolución que nuestra cultura no supo valorar en toda su importancia, algo que sí hicieron los ingleses y que le sirvió para inventar el humor inglés a partir del cervantino.
Así lo admitieron los primeros maestros del humor inglés, como Sterne y Fielding. Este hasta plasmó en la portada de su Joseph Andrew, diciendo que la novela estaba escrita “a imitación de Cervantes, autor del Quijote”.
Pero ningún pasaje resume mejor qué es el humor cervantino que esas palabras escritas, en el prólogo del Persiles, cuatro días antes de morir:
Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos; que yo me voy muriendo y deseando veros presto contentos en la otra vida.
Si alguien se pregunta por qué un hombre con su biografía en la que no faltaron penalidades mantuvo hasta el final su chispa…, la respuesta es sencilla: porque en Cervantes su humor rima con amor y con dolor en dosis muy parecidas.
Otros, con la mitad de reveses en su currículo se hubiesen despedido de la vida con exabrupto y una peineta, pero él no, a quien -como a su Alonso Quijano- podemos apodar “el bueno”, sin caer en demasía romántica, pecado este que el cervantismo académico castiga con manteo.
De las tres formas de la materia cómica, es la ironía la que verdaderamente impregna las página del Quijote. Analizaremos a continuación la tres formas:
El humor
En el Quijote apenas hay humor. El humor es el efecto de un hecho cómico que se caracteriza por que convierte en interprete subversivo al autor de su propia experiencia cómica. En el hecho cómico, interprete, artífice y protagonista están en sincretismo, mantienen una relación de identidad. Es evidente que Cervantes no está tan presente en el Quijote como para convertir al Quijote en una novela de humor, Cervantes no construye el Quijote para burlarse de sí mismo. Cervantes es autor, pero no es interprete ni protagonista de la novela. Cervantes y don Quijote no son la misma cosa, no cabe pues hablar de humor. El interprete de la experiencia cómica en el humor interpreta subversívamente lo que el mismo está protagonizando, de ahí lo “tomarse con humor” un fracaso o una situación adversa, una enfermedad o un problema grave. El humor es pues sinónimo de ánimo.
Unos de los ejemplos más crudos de humor es aquel que planteaba Froid, en su obra relacionada con el inconsciente y la materia cómica, cuando contaba lo del reo que le preguntó a su carcelero que cuando le ahorcaban, y este le dijo que el lunes por la mañana, a lo que el preso contestó: buena forma de empezar la semana. El autor del chiste es el protagonista de la broma. Dice Froid que el fin del uso del humor es contrarrestar el dolor (pero Froid buscaba el placer en todo tipo de actividades, era una obsesión para él, cuanto menos discutible). Lo que no cabe duda es que el humor es la forma más valiente de la materia cómica.
Las menciones propias que hay en Quijote no está hechas desde el humor sino desde un sentido de la ironía muy sutil que no siempre tienen consecuencias cómicas, como son los casos de la historia del Cautivo; el caso de La Galatea, en el expolio de la biblioteca, o cuando se lleva a cabo la lectura del Curioso impertinente.
La ironía
La ironía en el Quijote es la piedra angular, está lleno de ella de principio a fin, desde todas la perspectivas que lo miremos.
¿Qué entendemos por ironía? No es solo eso de expresar lo contrario de lo que se siente, no es del todo correcto, es mucho más. La ironía se da tanto en las palabras como en los hechos, es y puede ser tanto una forma de hablar como una forma de actuar. Tanto en la palabra como en los hechos, la ironía, presenta siempre una dialéctica entre el sentido literal y el sentido intencional, entre lo que decimos y lo que hacemos, que no tiene porque ser lo contrario.
Si yo le digo a uno con el que no me llevo muy bien, “no me olvido de ti en mis oraciones”, evidentemente no le estoy hablando de mi fe religiosa, que todos los día rezo, sino que le estoy diciendo que se la tengo jurada, que se la haré pagar. El sentido literal es “no me olvido de ti; y el sentido intencional es “me las vas a pagar”. Este ejemplo refleja el enfrentamiento entre el sentido literal y el intencional.
El Quijote está plagado de diferentes ironías. El autor de la ironía siempre expresa lo que siente, no lo contrario, solo que lo dice con otras palabras, aunque las palabras con las que lo dice contenga una antinomia con lo que siente, siendo siempre el sentido literal un sentido falso, por lo que, con frecuencia, se hace muy difícil interpretar el sentido correcto (pero, claro, no conviene decir las cosas a las claras, eso de “te voy a partir la cara”, no es conveniente y a esto lo enmascara la ironía).
En los hechos se da exactamente igual, un ejemplo muy conocido en La Regenta, es el hecho de que Ana Ozores, la mujer más guapa de Vetusta solo suscite el amor de un cura, con lo que esto conlleva, y de un viejo, un don Juan trasnochado como es don Alvaro Mejía, o que al final de la novela un sacristán baboso morreé con ella y le haga sentir en su boca el “vientre viscoso y frío de un sapo”.
No hay nada más irónico que, en la Celestina, Calixto y Melibea necesiten la mediación de una vieja para que se enamoren, cuando ya están enamorados y con gana de murga desde el primer momento, otra cosa es que la necesiten para que le abra la puerta de la alcoba, pero no para que Melibea despierte el deseo que ya tiene.
Y en el caso del Quijote no hay nada más irónico que afirmar que Cervantes diga que lo escribe para parodiar los libros de caballería, eso no se lo cree nadie y el Avellaneda menos. Así es toda la literatura de Cervantes, en la que la trampa es la norma, en la que la ironía es la metodología que utiliza para construir la literatura.
La ironía es una figura poética porque afecta sobretodo a la fábula, a los hechos que se construyen, y es una figura retórica porque afecta a la forma verbal de construir esos hechos, ya que si la poética tiene que ver con la construcción literaria, la retórica tiene que ver con la construcción lingüística, y además de esta dimensión poética y retórica, tiene además una función de conocimiento.
En el comienzo del capítulo 44 de la segunda parte, un claro ejemplo de la ironía cervantina, dice:
“Dicen que en el propio original desta historia se lee que, llegando Cide Hamete a escribir este capítulo, no le tradujo su intérprete como él le había escrito, que fue un modo de queja que tuvo el moro de sí mismo, por haber tomado entre manos una historia tan seca y tan limitada como esta...”
Dicen, ¿quién dice? Comienzo muy curioso y que ha hecho que más de un cervantista se parta la cabeza tratando de interpretarlo. Está literalmente diciendo que Cide Hamete, cuando escribió este capítulo se sintió molesto porque posteriormente, años después, el traductor, el morisco aljamiado, no lo tradujo exactamente como él lo había escrito, introduciendo una serie de alteraciones… Esto es completamente ridículo e irónico, cómo iba a saber Cide Hamete a la hora de escribirlo, que luego, muchos años después, el traductor iba a cambiar su historia, si ni siquiera llegaría, por los años pasados, a conocer al traductor, llevándonos todo esto a una situación completamente ridícula. Esto en Cervantes es una burla muy al estilo de Borges, que le encantaban estas cosas, de hecho Borges aprendió literatura leyendo al Quijote, por eso casi toda su obra literaria es un rechazo al Quijote a fin de ocultar las fuentes de aprendizaje en la que ejercitó.
Esta declaración tan confusa en la que el sentido literal y el sentido intencional difieren hasta lo imposible, ha sido motivo de confusión para muchos críticos que han tratado de interpretarlo con toda coherencia, como le ocurrió al cervantista francés Michael Moner, en un congreso, que sostenía que el pasaje se entendía perfectamente, lo que rebatieron unos, mientras los otros congresistas se partían de risa por semejante disparate.
La sátira
Nunca voló la pluma humilde mía
por la región satírica: bajeza
que a infames premios y desgracias guía.
Viaje al Parnaso, cap.IV versos 34 a 36
La sátira se encuentra en el Quijote en una situación comparable a la del humor, hay poca sátira. Cervantes no es un autor satírico, aunque haya componentes que pueden interpretarse en este sentido.
¿Qué es la sátira? Es la expresión de una experiencia cómica determinada por la agudeza de ingenio, por la mordacidad, y por la acritud. Una acritud que no es física como ocurre en el sarcasmo o el escarnio, sino más bien verbal y psicológica. La agudeza de ingenio suele ser crítica y muy agresiva psicológicamente.
¿Cual es el objetivo de la sátira? Es ridiculizar, desautorizar a alguien dejándolo por debajo de lo normal o al margen de lo normal, porque no es capaz de canalizarse conforme a lo normal.
Para ejercer la sátira es necesario tener definido un código de criterios en virtud de los cuales se ridiculiza a alguien que se considera paranormal o subnormal. La sátira implica pues una moral definida frente a comportamientos heterodoxos. Por otro lado el personaje objeto de la sátira se reduce a un arquetipo de conductas reconocidas como viciosas, el caso del avaro, del celoso, del cornudo, del enfermo imaginario, del misántropo, etc (toda la comedia de Moliere es un repertorio satírico de un catálogo de vicios; la avaricia impide la libre circulación del dinero, el enfermo imaginario, es un problema laboral y sanitario, con el hipócrita o tartufo no se puede convivir porque te está engañando permanentemente; un misántropo es alguien intratable).
Una diferencia muy importante entre la sátira y el escarnio, es que la sátira trata de corregir los vicios burlándose de ellos con objeto de que el burlado se avenga a razones, sin embargo el escarnio renuncia a esta integración de tal manera que es un castigo, que va acompañado del sarcasmo que es la banda sonora del escarnio. En definitiva la sátira trata de rehabilitar, mientras que el escarnio se complace en el daño.
La sátira provoca dos reacciones que son compatibles, la risa provocada por la dialéctica entre los hechos exigidos y los consumados, entre lo esperado y lo realizado, y el segundo es el contenido vicioso en sí mismo: la risa y lo desagradable del hecho.
Cervantes se cuida en afirmar más de una vez que él no es un escritor satírico, ya que es consciente que el ridículo de la sátira no solo alcanza al que la provoca, sino a veces también al que la ejerce, al que también pueden desaprobar determinadas normas. Por el camino de la sátira se puede incurrir fácilmente en abusos y excesos que Cervantes no practica en su literatura.
Antoni Close, en su interpretación sobre Cervantes identifica la materia cómica de Cervantes con lo terenciano, una tradición cómica muy sofisticada, más culta, más cuidada; con Terencio frente a Aristófanes que sería más violenta, más bruta, cuestión discutible porque no hay formas puras en la materia cómica; si se podría decir que Cervantes tiene una idea cómica que se aproxima a lo políticamente correcto, pero formalmente, porque en el contenido es un autentico heterodoxo: el humor de Cervantes no es el humor cortesano, no es el humor de la Celestina, mucho más sarcástico, más descarnado. Cuando el cura de la aldea, Pero Pérez, en la venta de Palomeque, sale disfrazado de doncella menesterosa, en compañía del barbero con unas barba rojas y blancas como los colores del Graná, una cosa espantosa, con ropas de la ventera, y hacen referencia a un peine entre el ventero y la ventera con probables connotaciones sexuales o escatológicas de manera muy sutil, un humor que es una amalgama entre los diversos comportamientos del ser humano, así que plantear diferencia de humor es plantear un problema de difícil solución. ¿Porqué Cervantes convierte en tonto a Monipodio, en Rinconete y Cortadillo? Porque solo de esta manera puede plantear el contubernio que hay entre la iglesia, la nobleza, y el crimen organizado de Sevilla, convirtiendo en bobo al jefe de la mafia puede pasar, burla, burlando, por el panorama del siglo de oro.