La libertad que es un propósito irrenunciable se ejerce aquí como en ningún otro lugar: el dialogar y el disentir son parte de esa libertad.
El Quijote de Avellaneda se publica nueve años después que la primera parte del Quijote de Cervantes, y un año antes que la segunda parte. Desde la misma aparición del Quijote muchas obras han pretendido ser una continuación, una visión determinada de la de Cervantes. Uno de los primeros en 1677, un francés -en aquellos años los franceses aprendían literatura mirando a España-, François Filleau de Saint-Martin, hizo una traducción del Quijote de Cervantes en la que don Quijote no moría, sino que se curaba y volvía a las andadas. Filleau, falsea el final de la obra de Cervantes, y después de fallecer Filleau, otro francés, Robert Challe, escribe un quinto tomo que se añade a la traducción del primero, y se publica en 1713. Pedro Gatell, publica en Historia del más famoso escudero Sancho Panza, una segunda parte del Quijote cervantino. Fueron muy frecuentes estas apariciones tanto en Europa como en Hispanoamérica, como la de Juan Montalvo. Hay también un Quijote de Cantabria, un Quijote feminista... Ha habido muchísimas, cada una con un final diferente, pero no se escribieron para ir en contra del de Cervantes, sino que son libres e inofensivas interpretaciones del mismo.
Anthony Close, uno de los destacados críticos del Quijote escribe: “cómo se explica el florecimiento de las novelas sobre el Quijote fuera de España, antes que en España”. Creo que cabe preguntarse, ¿por qué se olvida del Avellaneda? Close se formula algunas preguntas más, y en todas se olvida del Quijote de Avellaneda. Si Close, es considerado como uno de los grandes cervantistas, ¿esto es error o gazapo? Quizás ha pasado desapercibido de lo puro evidente que es.
Sobre la base del materialismo filosófico de Gustavo Bueno osaré enfrentar dialéticamente a la primera parte del Quijote de Cervantes, con el Quijote de Avellaneda como antítesis; y a la segunda parte del de Cervantes como la síntesis. En un trabajo de literatura comparada se enfrenta:
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Un autor con otro autor, Cervantes contra Avellaneda.
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Una obra con otra obra
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Un autor con una obra ajena (para ver influencias)
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Un lector con otro (Las lecturas alemana del XVII, con la de Unamuno)
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O un tranductor con otro (para comparar interpretaciones)
En este caso, vamos a obviar el aspecto, Cervantes contra un autor apócrifo, para no confundirnos con la seudonimia, teniendo en cuenta que el Avellanella no se escribe solo, pero que no conocemos su autor, y aunque sospechamos quién pudo ser no vamos a convertir la literatura en una adivinanza.
De los autores importan las ideas. En el caso de Cervantes es muy relevante su condición de militar, que nada más por ella podemos afirmar que no tiene nada de erasmista como muchos le atribuyen, sino que tiene un concepción imperial del estado.
De los materiales literarios se pueden sacar numerosas ideal del autor. Quijote contra Quijote, dos obras diferentes que tienen los mismos personajes literarios y lo hacen en la misma lengua en la que buscamos relaciones. Lo primero que vemos es que uno y otro están en la antípodas, pero sin salir de la hispanidad, incluso podríamos afirmar sin salir del catolicismo. Es un enfrentamiento interno, dentro las ideas hispanas de la época.
Sobre el autor del Avellaneda vamos a destacar un par de teorías:
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Una tesis sostenida por Antonio Márquez, que se apoya en la manifiesta enemistad de Cervantes y Lope de Vega, que se hizo sacerdote en 1614 después de haber sido todo lo contrario, y que además era familiar de la Inquisición desde 1608, lo que quiere decir que cobraba de ella y para la que hacia determinados trabajos como informes de comportamientos heterodoxos de diferentes personas, ideas y comportamientos a los que Cervantes se había manifestado en contra. Dice Márquez, que el Avellaneda está escrito por un grupo de personas que se reparten el trabajo que, coordinados por Lope de Vega, configuran el Quijote apócrifo. De ahí se explicarían las alusiones a uno y otro que hay en el prólogo del Avellaneda, así como en el prólogo de la segunda parte del de Cervantes, donde mutuamente se enseñan los dientes.
Que la Inquisición está por medio parece evidente pues el Avellaneda se publica bajo un pseudónimo, estando estas publicaciones en las que no se conocía la identidad del autor prohibidas precisamente por la Inquisición.
Un hecho significativo que avala esta hipótesis es que cuando la Inquisición apresaba a una persona de relevancia intelectual, formada en el conocimiento de letras, como fue el caso entre otros muchos de Fray Luís de León, le daba a leer en su celda la Guía de Pecadores de Fray Luis de Granada, el Plos Santorum de Villegas, y los Evangelios. Curiosamente estas tres lecturas se las dan a leer a don Quijote en el Avellaneda. No cabe duda que tiene mucho que ver con los procedimientos de la Inquisición. Esta tesis abala además la categoría de los enemigos del héroe de Lepanto
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Otro investigador, Luís Alfonso Martín Jiménez que ha desarrollado la tesis de Martín de Riquer, sugiere que detrás del Avellaneda estaría Gerónimo de Pasamonte, un compañero de armas de Cervantes que estuvo con él en Lepanto y también fue cautivo en Argel, con quien fraguó una virulenta enemistad personal. En la primera parte del Quijote, en la aventura de los galeotes, aparece un personajillo que es Ginés de Pasamonte, de quién presuntamente Cervantes se estaría burlando, satirizando a esta figura que sería su compañero de armas. Como consecuencia de esta enemistad personal muy anterior al Quijote. Gerónimo de Pasamonte habrá escrito el Avellaneda para molestar a Cervantes. Esta tesis pierde la épica de la anterior; el enfrentamiento de Cervantes pierde enteros al cambiar sus enemigos, la Inquisición y Lope de Vega, por un galeote que al contrario que Cervantes se había distinguido en Lepanto por su cobardía. A esta teoría se le da mucho crédito y Gerónimo de Pasamonte era un contrarreformista ultraconservador, no como Cervantes que era un ateo de formación católica. Para Cervantes Trento era una estrategia política, para Pasamonte era articulación del fideísmo y la teología dogmática. En el prólogo de la primera parte todo es ficción; en el prólogo del Avellaneda, no hay ficción alguna, todo es “mala leche” que impide la ironía y la burla, es un ataque directo; así comienza:
“Como casi es comedia toda la historia de don Quijote de la Mancha, no puede ni debe ir sin prólogo; y así, sale al principio desta segunda parte de sus hazañas éste, menos cacareado y agresor de sus letores que el que a su primera parte puso Miguel de Cervantes Saavedra, y más humilde que el que segundó en sus Novelas, más satíricas que ejemplares, si bien no poco ingeniosas. No le parecerán a él lo son las razones desta historia, que se prosigue con la autoridad que él la comenzó y con la copia de fieles relaciones que a su mano llegaron; y digo mano, pues confiesa de sí que tiene sola una; y hablando tanto de todos, hemos de decir dél que, como soldado tan viejo en años cuanto mozo en bríos, tiene más lengua que manos.”
Cervantes es más hábil, no discute. El Avellaneda, después de esto, habla para distraer de los libros de caballería, porque su fin no es ese, sino darle a Cevantes allá donde pueda. Más adelante continua con este párrafo tan esclarecedor.
“...si bien en los medios diferenciamos, pues él tomó por tales el ofender a mí, y particularmente a quien tan justamente celebran las naciones más estranjeras y la nuestra debe tanto, por haber entretenido honestísima y fecundamente tantos años los teatros de España con estupendas e inumerables comedias, con el rigor del arte que pide el mundo y con la seguridad y limpieza que de un ministro del Santo Oficio se debe esperar.”
Viene a decir que Cervantes solo pretende “ofender a mí”, a Ginés de Pasamonte, y “a quien tan justamente...”, refiriendose a Lope de Vega. El Avellaneda o lo hicieron entre varios y aquí uno habla por él y por Lope, o lo hizo Pasamonte quien halaga a Lope frente su enemigo común. La tesis de Martín de Riquer, desarrollada después por Alfonso Martín Jiménez, es muy contundente y convincente (a Riquer no le gustó mucho que el segundo mejorara su trabajo -dicho sea de paso -), quedando en la actualidad como la más solvente de las tesis que atribuyen autor conocido al Avellaneda.
Pero puesto que no tenemos un acta notarial de quién fue el autor del Avellaneda, fijémonos en las ideas de cada autor objetivadas en su obra. Continúa el prólogo del Avellaneda:
En algo diferencia esta parte de la primera suya, porque tengo opuesto humor también al suyo; y en materia de opiniones en cosas de historia, y tan auténtica como ésta, cada cual puede echar por donde le pareciere; y más dando para ello tan dilatado campo la cáfila de los papeles que para componerla he leído, que son tantos como los que he dejado de leer.
Claro, el humor de uno y otro en nada se parecen (humor es la parte de la materia cómica que aúna al sujeto y al objeto). Avellaneda jamás se ríe de si mismo, lo que usa es la sátira con mucho resentimiento que denota un hombre amargado; Cervantes ironiza constantemente con cualidades que le afectan.
Las alusiones a Lope son puntuales y de extraordinario elogio, le llama “excelente poeta, familiar del Santo Oficio”, y más adelante “insigne”. Lope es para el Avellaneda el antídoto del veneno de Cervantes, con el que tiene opuesto el humor y en materia de opiniones y en historia tan auténticas cada cual puede echarla por donde quiere, y dice que para componer su historia ha leído un montón de papeles, tantos como los que he dejado de leer. Da a entender que que se han movilizado varios para componer la historia.
El Quijote de Avellaneda no es una mala novela, no es una chapuza ni mucho menos; está bien construida y bien narrada, pero es una batalla perdida al compararse con la mejor de todos los tiempos. Hemos de tener en cuenta que el Quijote de Avellaneda es la primera obra que se enfrenta dialéticamente con el Quijote de Cervantes, y probablemente la que con mayor contundencia lo ha hecho. No deja duda de que los autores o el autor del Avellaneda han leído muy bien el Quijote de Cervantes, que conocen muy bien la novela y que hacen la primera interpretación contrarreformista de la misma, la primera crítica ultracatólica (si queremos saber qué molestaba a un ultracatólico en el siglo XVII, lo tenemos en el Avellaneda). Para ello usa tres procedimientos:
1.- De reducción o subordinación. Reduce los personajes de relieve de Cervantes como don Quijote o Sancho, en meros tipos planos, sin personalidad, de conducta mecanizada, que repiten los comportamientos dando igual donde estén, y sustituyendo la locura por la fe, por un fideísmo absoluto; sustituye la dignidad por el decoro ultracatólico. Suprime a un personaje fundamental como es Dulcinea y la reemplaza por una ramera, y para degradar a don Quijote se la pone como compañera de viaje. Don Quijote aquí no es en realidad don Quijote, es un robot que actúa mecánicamente, porque le elimina su idealismo sobre amor en términos de pureza, tan necesario en un caballero andante, “el que ama, vale más que el que no ama”, cualidad del amor cortés, que dignifica como persona al caballero. Otra cosa es que, después, el Romanticismo identificara al amor con la locura; no es así, el amor conduce al placer, lo que pasa es que el romanticismo acomoda a los idiotas en el mundo de los inteligentes, equivocado muchas interpretaciones literarias posteriores. A nadie en el Renacimiento se le puede decir que el amor conduce a la locura, eso lo dicen los poetas jugando con las palabras, pero ellos son conscientes que el amor conduce al placer en tosas sus manifestaciones; en el caso de los caballeros andantes que es un amor platónico, un cortés, conduce a un placer intelectual.
Convertir a don Quijote en un ser que repudia el amor de Dulcinea y que lo reemplaza por el amor de una ramera, le degradada físicamente, y además la llama Bárbara, una reducción escandalosa. Convierte a Sancho Panza en un bufón, (un personaje propio de Shakespeare, que la mayoría de sus personajes son bufonescos y planos, con la excepción, en la treintena de su obras, de Falsat).
Desposee a don Quijote de todo ambiente familiar del ama y la sobrina, y lo rodea de un ambiente clerical, de personas obsesionadas con el rosario, con la devoción, con a vida eclesiástica; algo que en absoluto tiene relación con la visión del mundo cervantino, formada en el catolicismo pero ordenada con un racionalismo ateísta. Mientras en el Quijote de Cervantes todo ocurre por la acción de los hombres, en el Avellaneda todo acontece por la acción de Dios.
2.- De eversión (volver del revés) o retroacción de acontecimientos. Las historias intercaladas del Quijote de Cervantes están destinadas a exaltar formas de vida no religiosa, formas de vida seculares en las que la literatura queda emancipada y preservada de la religión, algo muy significativo para una época en la que la religión lo controlaba todo. Las historias intercaladas paganas de Cervantes son sustituidas en el Avellaneda por historias de un contenido tremendamente religioso. Los amores de Luscinda, Dorotea, Cardenio, don Fernando; el casado impertinente; Marcela y Crisóstomo… Todas apelan a un racionalismo antroplógico que, de buscarles una genealogía, daríamos con la escolástica tipo Tomás de Aquino, las historias del Avellaneda se plantean desde un racionalismo teológico que conducen a la teoría dogmática de Agustín de Hipona. Y no es lo mismo razonar como un hombre que razonar como un Dios.
Aquí radica el gran enfrentamiento dialéctico entre los dos Quijotes, luego se le puede añadir la enemistad personal entre los autores de ambos. Cervantes, desde su formación católica, llega a un racionalismo humano, ateo, cosa que desde otras religiones es imposible (el protestantismo resuelve todos sus conflictos psicológicamente, con lo que en vez de resolverlos se potencian, porque la psicología no es solución es una terapia que aplaza la situación situándolo en un estadio superior, una situación idealista).
En el Avellaneda, un ermitaño que ha sustituido la vida social por una forma de retraimiento, como es incapaz de de relacionarse, se aísla haciendo de la misantropía virtud y nos cuenta las historias de:
Margarita la tornera, una monja que abandona en secreto el convento y es sustituida en sus labores conventuales por la Virgen. Mientras ella lleva una vida perdida fuera, hasta que finalmente se arrepiente y vuelve al convento. El arrepentimiento y la confesión en la religión católica lo resuelve todo.
El soldado Bracamonte, otra figura esperpéntica. Es un fraile que abandona el convento para casarse (el convento, lo más sagrado para Avellneda; una vida de ficción para Cervantes como lo es para Clarín en la Regenta). El fraile en su vida fuera del convento fracasa: acaba matando a su mujer; a su hijo, destrozándole la cabeza contra los brocales de un pozo. Todo acaba muy mal. De tal manera que el mensaje es: “el que se aparta de la iglesia fracasa trágicamente en su vida”. Mientra que en Cervantes es: “el que vive al margen de la iglesia puede tener una vida perfectamente coherente”. El avellaneda es una mentalidad retrógrada incluso dentro de Trento, podríamos decir que es más papista que el Papa. Y todo es porque el Avellaneda ve en el Quijote una interpretación demasiado abierta para ser tolerada por el autor o autores del Avellaneda
3.- De intervención. El Quijote de Avellaneda lo que pretende es intervenir al de Cervantes para desintegrarlo, desalojar a Cervantes de su obra, pretendía echarla abajo para erigir otra en su lugar, reemplazándola con componentes grotescos, pero en este sentido fracasó porque la obra primera es mucho más valiosa que la suya. Un claro aviso para navegantes: ¡cuidado que hay obras en las que es mejor no intervenir!
Alimentado por quien quería disolverlo, Cervantes en la segunda parte acabó con las pretensiones del Avellaneda. Avellaneda escribe contra Cervantes, pero Cervantes respondió y su dialéctica, aumentada críticamente, devoró al Avellaneda, que ya no pudo atacar con una cuarta parte. No es que fuera un ignorante el autor del Avellaneda, al contrario, su obra supo ver lo que Cervantes quería decir; es muy buena, y fue tan listo que comprendió que era inútil replicar de nuevo. Avellaneda impulsó la segunda parte de Cervantes, que contiene una serie de componentes que no tendría de no haber existido el Avellaneda, por lo que hemos de estar felices con la aparición de éste.
Como hemos dicho, degrada el amor cortes de don Quijote al reemplazar a Dulcinea por Bárbara. En el capítulo 2 dice Avellaneda:
Pues Dulcinea se me ha mostrado tan inhumana y cruel, y, lo que peor es, desagradecida a mis servicios, sorda a mis ruegos, incrédula a mis palabras y, finalmente, contraria a mis deseos, quiero probar, a imitación del Caballero del Febo, que dejó a Claridana, y otros muchos que buscaron nuevo amor, y ver si en otra hallo mejor fe y mayor correspondencia a mis fervorosos intentos…
Está desnaturalizando a don Quijote para degradarlo. Es como si se interviniera La Alhambra para poner una tienda de telefonía en los palacios. Esto ya no es don Quijote, es otra cosa. Cervantes responde a esto en el capítulo 32 de su segunda parte, en boca del verdadero don Quijote:
“...porque quitarle a un caballero andante su dama es quitarle los ojos con que mira, y el sol con que se alumbra, y el sustento con que se mantiene. Otras muchas veces lo he dicho, y ahora lo vuelvo a decir: que el caballero andante sin dama es como el árbol sin hojas, el edificio sin cimiento y la sombra sin cuerpo de quien se cause.”
Cervantes no debate, pero responde a todo. En el capítulo 59 de la segunda parte interviene Alvaro Tarfe un personaje de Avellaneda del que se apropia sabiamente (No es aquí, como dicen muchos críticos, donde Cervantes se entera del Avellaneda. Ya lo conocía mucho antes, y ya hemos dado alguna referencia; en el siglo de oro no había internet, pero había copias manuscritas de todo. Es posible que en ese momento se hiciera público y Cervantes se tomara el asunto más en serio). En una posada don Quijote oye hablar, en la habitación de al lado, la siguiente conversación:
-¿Para qué quiere vuestra merced, señor don Juan, que leamos estos disparates? Y el que hubiere leído la primera parte de la historia de don Quijote de la Mancha no es posible que pueda tener gusto en leer esta segunda.
-Con todo eso -dijo el don Juan-, será bien leerla, pues no hay libro tan malo que no tenga alguna cosa buena. Lo que a mí en éste más desplace es que pinta a don Quijote ya desenamorado de Dulcinea del Toboso.
Oyendo lo cual don Quijote, lleno de ira y de despecho, alzó la voz y dijo:
-Quienquiera que dijere que don Quijote de la Mancha ha olvidado, ni puede olvidar, a Dulcinea del Toboso, yo le haré entender con armas iguales que va muy lejos de la verdad; porque la sin par Dulcinea del Toboso ni puede ser olvidada, ni en don Quijote puede caber olvido: su blasón es la firmeza, y su profesión, el guardarla con suavidad y sin hacerse fuerza alguna.
Todo lo que Avellaneda hizo se va a utilizar en su propia contra. Cervantes no lleva a su héroe a Zaragoza, como al parecer estaba previsto, sino que lo desvía a Barcelona. En otra referencia a Sancho, se dice de él en el Avellaneda que se guarda la comida que le sobra o no come en las axilas cap. 62. En 59 de Cervantes, en la continuación de diálogo anterior con los dos caballeros, don Juan y don Jerónimo, dice:
-Por lo que he oído hablar, amigo -dijo don Jerónimo-, sin duda debéis de ser Sancho Panza, el escudero del señor don Quijote.
-Sí soy -respondió Sancho-, y me precio dello.
-Pues a fe -dijo el caballero- que no os trata este autor moderno con la limpieza que en vuestra persona se muestra: píntaos comedor, y simple, y no nada gracioso, y muy otro del Sancho que en la primera parte de la historia de vuestro amo se describe.
-Dios se lo perdone -dijo Sancho-. Dejárame en mi rincón, sin acordarse de mí, porque quien las sabe las tañe, y bien se está San Pedro en Roma.
Cervantes es el primer autor que no desprecia a nadie por su condición social y que convierte a seres humildes en protagonistas de experiencias literarias. Nadie lo había hecho con anterioridad, ni Shakespeare del que se ha dicho que es el escritor de la humanidad, cuando ningún personaje suyo supera la prueba del antiguo régimen, y ninguno de ellos podría vivir en el mundo contemporáneo, todo lo contrario que Cervantes. El personaje de Sancho tiene mucho valor por la contemporaneidad del tratamiento literario que recibe por parte de Cervantes.
Don Quijote se pregunta cual es esa segunda parte de la que hablan los caballeros porque él es quien verdaderamente está protagonizando esa segunda parte, uno de los caballeros le dice:
-Ni vuestra presencia puede desmentir vuestro nombre, ni vuestro nombre puede no acreditar vuestra presencia: sin duda, vos, señor, sois el verdadero don Quijote de la Mancha, norte y lucero de la andante caballería, a despecho y pesar del que ha querido usurpar vuestro nombre y aniquilar vuestras hazañas, como lo ha hecho el autor deste libro que aquí os entrego.
Entonces el libro de Avellaneda pasa a las manos de don Quijote (en teoría literaria se llama esto una metaficción – el concepto de ir más allá de la ficción –. A un nivel más profundo de la ficción, como en Niebla de Unamuno, o Seis personajes en busca de autor de Pirandello –, pero esto en el siglo XX, y lo de Cervantes en el XVII). Don Quijote lee el prólogo y hace las siguientes observaciones de crítica literaria:
-En esto poco que he visto he hallado tres cosas en este autor dignas de reprehensión. La primera es algunas palabras que he leído en el prólogo; la otra, que el lenguaje es aragonés, porque tal vez escribe sin artículos, y la tercera, que más le confirma por ignorante, es que yerra y se desvía de la verdad en lo más principal de la historia; porque aquí dice que la mujer de Sancho Panza mi escudero se llama Mari Gutiérrez, y no llama tal, sino Teresa Panza; y quien en esta parte tan principal yerra, bien se podrá temer que yerra en todas las demás de la historia.
Gerónimo de Pasamonte había nacido en Aragón. Cervantes da a entender que es éste quien está detrás del Avellaneda, al que trata de ignorante; lo del nombre de la mujer de Sancho es para despistar... Lo gordo se ha dicho antes (además esa confusión con el nombre de la mujer de Sancho, también la ha tenido Cervantes en su novela -aunque haya sido un juego de polionomasia, que es el atribuir a un personaje, con fines diversos, diferentes nombres -). Ese prólogo no es ficción literaria, remite a una realidad, entonces cabe pensar que si don Quijote está leyéndolo, el autor del Avellaneda conoce que el autor del verdadero es Cervantes, que mediante una ficción lo atribuye a Cide Hamete Berengueli, porque aquí habla don Quijote, pero el contenido de las ideas son las de Cervantes.
La literatura ni miente ni dice verdad, la literatura es ficción porque se sustrae del mundo operatorio. Don Quijote al leer el prólogo del Avellaneda, lee que el autor de su personaje y de su novela es Miguel de Cervantes. Eso solo es posible en la ficción de la literatura, pero aquí se da la paradoja de que el prologo que lee es real, no es ficción, lo que el autor del Avellaneda está diciendo son las justificaciones por las que ha decidido parodiar la primera parte de Cervantes, un personaje real al que ataca desde esas líneas...
Una de las principales característica del Avellaneda es la supresión de Dulcinea, una pieza clave en la trilogía cervantina compuesta por don Quijote, Sancho y Dulcinea, a la que Gustavo Bueno calificó alegóricamente como una “Trinidad”, porque sin uno de los tres no hay Quijote. A Avellaneda le interesa destruir completamente y de forma grotesca a Dulcinea, y para ello la reemplaza por Bárbara una prostituta. Así la presenta en su capítulo 24:
“...salió ella a la puerta del mesón con la figura siguiente: descabellada, con la madeja medio castaña y medio cana, llena de liendres y algo corta por detrás; la capa del huésped, que dijimos traía atada por la cintura en lugar de faldellín, era viejísima y llena de agujeros y, sobre todo, tan corta que descubría media pierna y vara y media de pies llenos le polvo, metidos en unas rotas alpargatas, por cuyas puntas sacaban razonable pedazo de uñas sus dedos; las tetas, que descubría entre la sucia camisa y faldellín dicho, eran negras y arrugadas, pero tan largas y flacas, que le colgaban dos palmos; la cara, trasudada y no poco sucia del polvo del camino y tizne de la cocina, de do salía; y hermoseaba tan bello rostro el apacible lunar de la cuchillada que se le atravesaba; en fin, estaba tal, que sólo podía aguardar un galeote de cuarenta años de buena boya.”
Una caricatura brutal, grotesca, el contrapunto de Dulcinea. Al final hay una referencia al galeote, quizás una ironía de Pasamonte, si fue él el autor. En el capítulo 32 del Avellaneda, describe Sancho a Bárbara:
“Las manos tiene anchas, cortas y llenas de barrugas; las tetas largas, como calabazas tiernas de verano. Pero, para qué me canso en pintar su hermosura, pues basta decir della que tiene más en un pie que todas vuesas mercedes juntas en cuantos tienen? Y parece, en fin, a mi señor don Quijote pintipintada, y aun dice della, él, que es más hermosa que la estrella de Venus al tiempo que el sol se pone; si bien a mí no me parece tanto.”
De este esperpento está enamorado el falso don Quijote. No puede ser más soez, más baja, más infame la situación. Nada que ver con el verdadero don Quijote que es una figura muy justificada y muy lúcida, de ahí que lo románticos se hayan apoderado alguna vez de esa situación perturbadora del Quijote para decir que la locura es una forma superior de racionalismo, cuando en el caso de Cervantes-Quijano-Don Quijote es una forma lúdica de vivir.
El Avellaneda va a imitar muchos recursos del Quijote cervantino. Solo un ejemplo. Recordemos cuando en la venta todos se burlan del barbero al que don Quijote había arrebatado el baciyelmo y Sancho la albarda de burro que parecía jaez de caballo, algo parecido ocurre el Avellaneda cuando discuten por un ataharre (las bragas de la caballería). En el cap, 27 del Avellaneda se dice:
A fe que ahora, aunque les pese, han de confesar mi buen juicio, pues veen que acerté de la primera vez que éste era ataharre, cosa en que jamás supieron caer tantos y tan buenos entendimientos.
Y, diciendo esto, dio el ataharre al labrador, lo cual viéndolo don Quijote se llegó a él, y, tirando reciamente, se le quitó diciendo:
-¡Ah, villano soez! ¿Y de cuándo acá fuiste tú digno de traer una tan preciada liga como ésta, ni todo tu zafio linaje?
Una clara imitación. Avellaneda reproduce los procedimientos literarios de Cervantes pero sin llegar a igualarlos, le faltan competencias literarias para desarrollarlos. Lo que hace es imitar en clave contrarreformista, lo que Cervantes hace en su novela, pero fracasó, porque el futuro fue por donde apuntó Cervantes no por donde el Avellaneda pretendía.
Si Cervantes parodiaba los idealismo mediante el código del mundo ideal de la caballería, El Avellaneda parodia la primera parte del Cervantes, utilizando como código el ultraconservadurismo católico, siempre dentro del hispanismo. El Avellaneda no tuvo defensores hasta el siglo XVIII, lo cual demuestra la aberración de la ilustración; Gustavo Bueno dice que la ilustración era un movimiento que necesitaba el protestantismo, que necesitaba Europa, pero no el hispanismo, donde es un oxímoron. La ilustración la necesitaba Francia para salir del callejón sin salida en el que estaba, la necesitaba Alemania que estaba en el antiguo régimen, para articular una geografía coherente (paz de Wesfhalia). Cuando la ilustración se importa a España no produce nada más que miopías y esto se manifiesta en la interpretación de los dos Quijotes cuando muchos ilustrados españoles consideran mejor al Avellaneda, porque le hubiera gustado que Cervantes fuese más ortodoxo, más clásico, que respondiera más a una preceptiva. Esperpéntico. Aún hoy quedan en las élites muchos ilustrado de esa índole.
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